50. LOS PERROS



Como no tengo apenas fotografías de los caballos, mulos y burros que había en el pueblo, siendo seguramente estos los animales más importantes para el transporte y las faenas agrícolas; y como tampoco tengo fotos de esas estampas tan bonitas de perros vagabundeando sueltos por el pueblo, que es como a mi siempre me ha gustado verlos, voy a acabar esta pequeña serie de los animales que convivían con nosotros en Anguciana mostrando algunas fotos familiares en la que los perros eran siempre como uno más de la familia. Y es curioso que sea así porque una de las muestras más curiosas del afecto por los perros es que casi siempre se les incluía en las fotos.

Cada casa tenía su perro o sus perros y los más callejeros eran conocidos en todo el pueblo por la relación con sus amos lo que solía dar lugar al siempre irónico y a veces injusto refrán de que “tarde o temprano el animal se parece al amo”.

Además de ser conocidos por sus nombres, los perros han pervivido largo tiempo en la memoria de sus dueños. Es por ello que pongo aquí los perros que hubo en casa de mi abuelo, porque aunque yo nunca los conocí, he oído hablar mucho de ellos y los he visto en las fotos que se guardaban en casa. La imagen con la que abro este post es de una foto de mi abuela Dolores con una perrita pequeña que tenía que se llamaba “la petit”, aunque también tenían otros dos perros más, “el turco” y “el terrible”. El primero de ellos era tan venerado por mis tíos que hasta le hicieron una fotografía como único protagonista. En la otra que pongo a continuación pueden verse a mi tío Pedro Pablo y a mi padre con “el terrible” y “la petit” y con un pequeño cachorrillo a los pies de ésta.


La forma tradicional de deshacerse de las largas camadas de las perras es uno de los recuerdos más dolorosos de mi niñez porque jamás digerí bien lo de que se les tirase al río a las pocas horas de nacer. Pero era ley de vida porque los perros se reproducían según leyes que ya no casaban con su naturaleza urbana. “La dali”, una perrucha callejera que tuvimos en la infancia nos hizo sufrir mucho con el trágico destino de sus numerosas camadas, pero ahí la tenemos con nosotros en dos preciosas fotos familiares que nos hizo Jaime Marín. En la primera, donde posamos los cinco hermanos mayores, aparece cogida "la dali" por mi hermano Ricardo que es quien la trajo a casa; en la segunda imagen, tomada en una de las últimas veces en que se reunieron en Anguciana todos mis tíos con sus mujeres, es la prima Elvira, hija del tío Justo, quien hace posar a “la dali”.



El último perro que tuvimos en casa fue “el tolo” y el culpable de su adopción fui yo, que me lo traje de unas vacaciones en Villoslada. Era una extraña mezcla de pastor alemán y cocker spaniel con lo que nos salió un animal tan bruto y noble como cariñoso. No sé si se podrá decir que esos atributos sean los de su amo, pero algunas veces no digo que no me cuadren.



La foto es de 1974 y en ella se ve a mi padre tratando de educarle (un gesto por el que también me siento identificado con mi perro...).

(1jl08)