48. LAS OVEJAS



Cuando hice esta foto a mediados de los setenta el puente ya no era el de antes (ni tampoco el de ahora, que siempre se puede empeorar…), pero la estampa del rebaño de Fede retirándose al atardecer hacia el corral de Oreca es inmemorial.

En mi escasa memoria de Anguciana hay tres rebaños de ovejas, rebaños que para mí tienen más que ver con sus pastores, Lázaro, Fede y Fermín, que con los propietarios de los bichos. Y es que la figura de los pastores me resultaba mucho más hermosa y querida que el asunto de la propiedad de las ovejas, o también, que las propias ovejas, animales a los que siempre he tenido por muy tontos.

Me contaron alguna vez que el rebaño de Castito fue de Lola Mendoza y que un golpe de suerte en la lotería hizo que el pastor se hiciera con él. Cuando Castito se hizo viejo lo llevó Fede, a quien recuerdo saliendo de su casa por las mañanas entre la algarabía de sus perros con una botella de vino en el bolsillo de la chaqueta, la manta de cuadros al hombro y la vara en la mano. De la tradición pastoril de su familia nos queda ahora la carnicería que lleva la Paqui en la plaza. Otro de los rebaños era de mi pariente Escolar y se guardaba en las eras de su propiedad en la carretera pero ya no lo relaciono con su pastor.

Lo que sí recuerdo muy bien es que Lázaro (al que hemos visto en el post 35 con la guitarra en la mano y la alegría en su cara) me pareció siempre un pastor-filósofo a quien me acercaba con gusto para hablar sin prisas mientras sus ovejas pastaban por las choperas. Me habían contado que en la guerra civil, Lázaro había tenido que estar alternativamente en los dos bandos pero él nunca me habló de ello. Fue uno de los primeros usuarios del transistor y yo lo tenía por un hombre muy bien informado y un excelente conversador. También creó una carnicería en la plaza de los jardines que puede verse en la segunda foto del post 27, pero sus hijos, Carlos y Emilio, la trasladaron a Haro ascendiendo notablemente su nivel comercial.

De Fermín, que es amigo y de mi quinta, qué no voy a decir. Ha sido nuestro pastor-poeta, capaz de aprenderse de memoria cientos y cientos de versos. Todavía los recita en las fiestas que organiza la cuadrilla de los Mismos con motivo de las fiestas de verano, y de uno de esos recitales es esta otra foto reciente que pongo en su homenaje. Es tradición contar que estando tan solo en el pastoreo del rebaño se subió a un poste de la luz a otear el horizonte por ver si encontraba a alguien con quien pegar la hebra y se cayó de allí arriba rompiéndose la columna. No sé cuanto de cierto hay en esta historia, pero como aún estamos a tiempo de aclararla se lo preguntaré la próxima vez que le vea para que me amplíe los detalles.



(23jn08)