No sé si existe alguna ciencia llamada “microgeografía urbana” pero si no existe habría que inventarla para poder catalogar y describir con propiedad algunos lugares sumamente especiales de la configuración de los pueblos. Entre esos lugares especiales los más notables serían sin lugar a duda los llamados centros neurálgicos o “kilómetros cero”. Hace años dije en un artículo que la fuentecita del Espolón de Logroño era el kilómetro cero de la ciudad y me dieron por ello un premio nacional de artículos sobre urbanismo. Aunque ahora no aspiro a premio alguno, experimento la misma agradable sensación al decir que el kilómetro cero de aquella Anguciana que yo conocí de niño era “el badén”. No respetaron la fuentecita en Logroño y desapareció el badén de Anguciana, pero nos quedan las fotos y los recuerdos, y quizás gracias a ellos, la fundación de esa nueva ciencia.
El badén era tan sólo el paso de las aguas de escorrentía de las Callejas por debajo de la carretera. Estaba hecho de hormigón y tenía tres agujeros para el paso del agua pero lo importante es que ofrecía asiento para quien quisiera contemplar la plaza del pueblo desde la carretera, con el parque infantil detrás (27) y el “salón urbano” de la carretera (15) al otro lado (a la derecha de la foto). En la fotografía de Calleja que he puesto arriba podemos ver el badén cuando aún se podía entrar a la plaza en coche por delante de él y cuando la carretera estaba aún sin asfaltar. Yo lo llegué a conocer incluso cuando no estaba “encementado” ese acceso a la plaza y el paso era más abrupto.
El badén era el punto de reunión ideal del pueblo cuando el cierzo que viene de la plaza es poco más que una brisa, pues cuando tira fuerte lo propio para haraganear en el centro del pueblo es estar de pie en la esquina del bar de Poli, que es esa acera que está justo enfrente y a su izquierda siempre cara al sol y a resguardo.
Esta foto, sin embargo, no ilustra bien lo que digo porque como puede apreciarse, la gente que en aquel momento estaba sentada “configurando el centro del pueblo”, lo hace junto a la casita del fondo, que es la taberna de Jesús Ibarnavarro, -la que luego se llamaría “Beneficios”. El éxito de aquel punto de encuentro frente al badén en el momento justo de esta foto creo que tiene que ver con tres razones: la primera es que la foto está tomada por la mañana en un día de mucho sol y que aquella fachada aún ofrece sombra; la segunda, creo yo, es que aún persistía la querencia a reunirse en la fuente que estaba justo en aquel lugar; y la tercera, es que en esa esquina entre la carretera y la fachada de Beneficios, justo donde estaba antiguamente el mojón kilométrico de hormigón, solía sentarse de viejo Manolo García, un hombre sumamente famoso en el pueblo por su trato afable y socarrón. En la foto es imposible saber si es él pero me pega que podía ser el que está en el centro del grupo recostado en la pared.
Cuando se asfaltó la carretera el badén se convirtió en un lugar bastante más incomodo y peligroso para estar allí sentado pues los coches, tractores o camiones empezaron a pasar a cierta velocidad por detrás de sus espaldas, pero aún así la gente no se solía inmutar.
Es una pena no tener fotos del badén con gente sentada, así que mientras nadie me aporte alguna nos tendremos que conformar con el relato de mi recuerdo y esta imagen en que está vacío. Como también está sin gente en esta otra foto tomada desde la ventana más alta de nuestra casa. En ella, la carretera ya está asfaltada y las acacias del parque infantil muy frondosas, pero como mayor novedad o modificación se ve la valla que puso el Ayuntamiento para cortar definitivamente el paso de los coches a la plaza por delante del badén.
(29ab08)