La fotografía que traigo hoy aquí ilustra perfectamente lo que contaba en el post de ayer (10) sobre el uso del “cauce” junto a la carretera. Esta tomada en agosto de 1963 por Jaime Marín, y en ella vemos a la izquierda a un hombre llevando a su ganado por la carretera, aún sin asfaltar, a abrevar en el cauce, mientras un poco más allá de la piedra que señalaba como un asiento muy apetecible, se ve a un grupo de mujeres haciendo la colada. En cuanto al fondo arquitectónico vemos que la antigua casa-palacio ha dado paso a la nueva capilla del convento y las alas de la segunda ampliación, y que las dos acacias de bola han sido encerradas detrás de una tapia mixta de mampostería y forja, construida sobre el borde mismo del agua. En primer plano, está mi hermana Mercedes con un hijo de Jaime Marín subido a una de las bordalesas que “Perjuicios” tenía delante de su casa. A la derecha de esa bordalesa podemos ver la variante en “medio banco” del modelo de la plaza de la Constitución que vimos en (2). Con cuatro o cinco bancos construidos a cada lado de las tapias de este tramo de la carretera se creó allí todo un auténtico salón urbano. Otro detalle reseñable es el cartel que anuncia la centralita telefónica del pueblo, que en tiempos de la foto estuvo en casa de la Celes, y que años después pasaría a la de la Santos, dos casas más allá.
Pero vayamos con el título de este post, dedicado al autor de la foto. Mucho me gustaría que gracias a este blog pudiera establecer contacto con los herederos de Jaime Marín, porque estoy seguro que atesoran una estupenda colección de fotos de Anguciana. Jaime Marín padre, que tenía una sastrería en Bilbao, fue uno de los primeros veraneantes en nuestro pueblo, hasta el punto de comprar y arreglarse una casa justamente en la plaza, entre la nuestra y la de la Amelia. Jaime Marín hijo siguió el oficio del padre, pero además, era un gran aficionado a la fotografía. Tenía una cámara de doble cuerpo, de aquellas en las que se miraba por arriba con negativos en formato 6x6, y como enamorado del pueblo que era, seguramente hizo fotos de todos sus rincones. A nosotros nos dio aquellas en las que salía alguien de nuestra familia, pero sus álbumes de Anguciana en los sesenta tienen que ser preciosos. Como muestra de ello, la foto de arriba, y esta otra en la “calleja de la Chimela”, también con mi hermana Mercedes como protagonista, cuyo tema central es el reflejo de la torre de la iglesia en ese gran charco que dejaría alguna tormenta veraniega.
(17mr2008)