31. LA ERMITA DE LA VIRGEN

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Como en la entrada anterior hablaba de la ermita de San Bartolomé de Oreca, no podía dejar para más tarde el hacer una evocación de la otra ermita de Anguciana, la ermita más importante: la de la Virgen del pueblo, la Virgen de la Concepción.

Su posición al final y en lo alto de la calle Arriba, al borde de la loma y en vecindad con la hilera de las bodegas, hacen de ella uno de los lugares más hermosos y sagrados del pueblo. Tan sagrado es el lugar que algún día remoto se ubicó junto a ella el “camposanto”, donde reposan nuestros antepasados y donde descansaremos nosotros también.

Tengo unas cuantas fotografías antiguas de la ermita, todas ellas parciales y dedicadas a las subidas y bajadas de la Virgen. Pero antes de ponerlas aquí, he preferido ilustrar la presentación de este lugar con una foto que le hice a la ermita hace un par de años viniendo de la Loma, en la que las Peñas de Gembres hacen de telón de fondo.

Nuestra manera de llegar a la ermita en cada paseo, cada procesión o en cada entierro, es justo la opuesta de la perspectiva de la foto, y quizás por ello nunca nos habíamos dado cuenta de la belleza y majestuosidad de este sitio.

Aunque en la foto se ven unos cuantos elementos nuevos que la afean un poco, el lugar está aún lo suficientemente despejado para que corra por él ese viento tan frecuente del noroeste que dobla las puntas de los cipreses y los chopos hacia la derecha como arrastrando nuestros espíritus hacia destinos “superiores”: hacia Haro, hacia Logroño, o hacia vaya uno a saber dónde.

Pero el destino final de nuestros restos está ahí, justamente ahí: en ese lugar concreto y sagrado de Anguciana que está junto a la ermita de la Virgen; con el pueblo abajo y las Peñas de Gembres al fondo.
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(25ab08)