21. EL FRONTON




Entre el puente de piedra y el castillo de piedra, estaba el frontón de piedra. El frontón sigue estando en el mismo sitio, claro, un sitio inmejorable, pues el desnivel que hay entre de la cota del río y el de la carretera permite resolver el gran problema de escala e integración que siempre presentan las grandes paredes de los frontones. Pero ya no es de la misma piedra que el puente y el castillo; eso se quedó para las fotos del pasado como las que pongo hoy aquí. Lo que antes era un lugar único y entrañable, que los mayores no llamaban frontón sino “juego de pelota”, ahora es una gran cancha más o menos standard pintada de verde, mucho más adecuada para el deporte que para el recuerdo.

En la primera de las fotos, la que he puesto arriba, aún no estaba hecha la tapia que cerró las vistas entre el frontón y la carretera. Esa foto debe de estar hecha a finales de los cincuenta, cuando se arreglaron el suelo y las paredes y parece querer dar cuenta de ello. En la sombra de la derecha se alcanza a ver la primitiva hilera de piedra que hacía de asiento corrido.



En esta segunda foto de 1964, hecha por Calleja seguramente por encargo del Ayuntamiento para la conmemoración de los 25 años de paz, vemos la tapia que cerró la conexión visual entre el frontón y la carretera y se ve también un nutrido graderío de bancos de hormigón detrás de aquel único asiento corrido de piedra. La reforma que se hizo en los cincuenta surtió efecto y gracias al entusiasmo de Carmelo Yusta todos los domingos por la tarde se organizaban animadísimos partidos de pelota entre los jóvenes del pueblo y de los alrededores para los que llegó a establecerse cobro de entrada y el cierre de vistas exteriores. Recuerdo perfectamente el rito del comienzo del juego porque consistía en ver llegar al cura Don Gregorio que venía de la iglesia de dar el rosario de las cinco de la tarde: cuando se sentaba en el sitio a él reservado junto al tronco de la acacia situada más o menos a la altura de la línea de “Falta”, daba comienzo el primero de los partidos.


En esta otra foto en color, también de 1964 se ve mucho mejor el graderío, la escalera de bajada y hasta el ventanuco de la taquilla de entrada. En la pared del fondo también se ve muy bien la tabla en la que Tomás (“siete meneos” creo que era como se le llamaba) colgaba las tablillas del marcador.

El frontón fue uno de los lugares más entrañables del pueblo y seguramente uno de los que más he disfrutado en mi juventud. El duro juego de pelota a mano dio paso a la más cómoda pala, y con Atín, Juan Ramón, el Chino o mis hermanos habré pasado cientos de horas jugando en él.

Las dos últimas fotos dan buena cuenta de los árboles que lo envolvían y que le daban sombra y frescor: las acacias del graderío de entrada, las dos chopas de la zona de la línea de “Pasa”, y las ramas de la chopera que se asomaban por encima de la pared lateral. Por si ello fuera poco, el frontón estaba además al resguardo del cierzo vespertino, que en Anguciana siempre es muy desapacible.

Era un lugar agradable, muy urbano y muy bien proporcionado, o sea, un lugar muy humano y muy, muy hermoso. Creo que estas tres fotos dan buena cuenta de ello.

(4ab2008)